viernes, 4 de julio de 2014

Confesión del alma

Y sin embargo. siendo honesto con tu alma,
debe confesar la mía desde sus abismos,
con su rostro ensangrentado por el tiempo,
lacerado por el invierno, abrazado por el fuego
de un otoño corto y un verano tierno, lo siguiente:

Hubo una vez que mis días fueron ciegos,
en que mis ojos fueron mancos y sin dedos,
rociados con el perfume de las amapolas
en campo trigueño de noches sin días.

Volar era cosa del pasado, sueño olvidado,
perfume de tus días en campo rojo bañado,
aroma de mis soledades cautivas, peldaño
a peldaño hundiéndome herida tras herida.

Fue así que la luz de aquel faro me guió
hacia tierra firme, tu playa desnuda,
tus palmeras tiernas, tus montes firmes,
tus piernas de arena virgen.

Entre beso y beso la eternidad se hizo
trizas, se hizo polvo, se hizo lo que sabe
hacerse desde su origen, eternal sepulcro
de recuerdos podridos.

Cómo no entregar mi soledad a tus delicias
si cada día es nueva la aventura de la vida!
Ah, la delicia de tus besos bajo la lluvia!
Ah, la enormidad de tus muslos sobre la cama desnuda!

Si fuese hoy la despedida de mi vida de esta tierra
bueno es decirte que te amo con toda mi vida.

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